viernes, 13 de febrero de 2015

HABLEMOS DE JAZZ

El jazz como una pintura abstracta no me gusta. Me aburre. Trato de seguirlo pero abandono al tercer intento fallido de sentir que algo va a pasar. Y nada pasa y las vueltas me marean.
El jazz cantado, el jazz viejo, ese que suena a disco de pasta, el que se mezcla con otros ritmos es el que me gusta.
Escuchar a los Spinal Tap hablar de jazz me provoca carcajadas. Escuchar el jazz de Nueva Orleans me hace bailar y me emociona. Me fascina cuando aparece un músico que desafía al género.
Cuando te baten: "Uh, me encanta el jazz" me aparece una advertencia que dice: "Guarda, o es un snob o un músico pretencioso. Vámonos de acá. Abandon ship!

El otro día escuché a Nick Cave contar una anécdota acerca de un festival de jazz. No me quedó claro si dijo Montreal o Montreux. Pero le tocó compartir escenario con Nina Simone. Se sentía atónito. No podía creer estar en camarines con semejante estrella. Quería decirle algo, lo que sea para lograr intercambiar un diálogo con ella. Entonces se acercó y le preguntó: "Ms Simone, anything I can do for you, please ask." Nina lo miró y le dijo: "I want you to introduce me. I want you to do it right"
Nick se subió al escenario y la presentó. Nina apareció, y su presencia causó sensación. Se sentó al piano, se sacó el chicle de la boca y lo pegó a uno de los costados. Entonces tocó...



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