Uno de los lugares más lindos del mundo.
Desde la salida de la ciudad, entrando a la ruta, pasando por zona de campos y sembrados, luego por la famosa “Conquista del Desierto” – ruta 20, en la que todo el mundo te advierte que tengas cuidado porque son 200 kilómetros en casi línea recta y lo único que se ve de cada lado es desértico porque no se ven casas, ni postes de luz a lo largo del camino, sin embargo no llega a ser desierto desierto porque se han tomado previsiones para evitar los miles de accidentes que en algún momento causó el paso por esta ruta. La señalización es incesante: “Ante la fatiga de la ruta…DESCANSE” y unos kilómetros más adelante se lee: “NO DURMIO, CHOCO Y VOLCO” y en cuanto uno termina de leer, se puede observar el esqueleto de un auto colgado de dos postes todo oxidado y con algún otro signo de unas cuantas balas perdidas en el desierto…
En mi caso estoy completamente convencida de que tanto Ana como yo, nos mantuvimos atentas durante esos 200 km. tan sólo debido al cagaso de agarrar dicha ruta, por primera vez.
Lo curioso de toda esta paranoia del desierto no termina ahí. Y esto es algo que a mí también me gustaría advertir al viajero que lea estas líneas y en algún momento de su vida, se dirija hacia la patagonia argentina. En cuanto uno termina de recorrer la ruta 20, se estará adentrando a la provincia de Neuquén en donde fuera de sitios como Neuquén, capital de provincia, Villa El Chocón, Piedra del Aguila, y alguna que otra pequeña ciudad, la ruta es también un desierto, pero de esos desiertos en serio! Parece por momentos, el de las rocallosas, por donde iban “El Coyote y El Correcaminos” De costado, uno ve cursos de arroyos completamente secos. Es entonces cuando uno se hace la novela y empieza a pensar si lleva dentro del auto agua mineral y cuantas botellas…Mientras que en la ruta 20 hay cada tanto, un puesto de sombra y agua disponible. No hay señal en el celular, no hay una estación de servicio en kilómetros, ni una señal de alguna casa cercana y en la ruta 20 hay cada tantos kilómetros un puesto telefónico SOS.
Así que cuidado con el desierto neuquino, específicamente la ruta 237, porque este, es mucho más desierto que el pampeano.
Neuquén es muy linda, pero tiene 4 o 5 hoteles y no había lugar en ninguno. Es agobiante, llegar a una ciudad desconocida a las 10 de la noche, luego de haber manejado 1145 kilómetros y no saber como ubicarse. La próxima vez, más planificación para las pausas en viajes. O bien se reserva hotel desde el punto de origen, o la mejor opción y la más barata: Llevarse una carpa.
El segundo día de viaje, uno sabe que queda muy poco y el escenario se convierte en algo mucho más agradable a la vista.
Comienzan Los Lagos, las montañas, y el último tramo son los llamados “caracoles” La ruta que bordea las montañas en donde las curvas y contra-curvas son constantes. Aquí también debo mencionar que haría falta algún tipo de señal que sugiera al conductor: “Este conductor quiso deleitarse con el paisaje, no detuvo su auto y desbarrancó” porque es todo tan bello, que habría que hacer parte del camino a pie! Pero es imposible. De todas maneras es cierto, si uno es muy colgado y le gustan los paisajes lindos, no tratar de mirarlo detenidamente mientras maneja, porque es super peligroso aunque en muchos momentos, inevitable. Los micros de dos pisos irrumpen tras las curvas a alta velocidad y uno llega a sentir un poquito de miedo. El Río Limay de color verde esmeralda es larguísimo!
Hasta el encuentro final con el lago Nahuel Huapí y la emoción de finalmente, haber logrado llegar destino después de tantos kilómetros!
Bello, bello, bello es solamente lo que uno puede sentir, decir y pensar. Es la naturaleza en todo su esplendor. El tamaño de las montañas o también sus picos, algunos tan gastados por el viento que parecen uñitas filosas…
Cabaña en el medio del bosque, muy cerca de Bahía Manzano. Playitas escondidas entre la montaña con aguas transparentes y de color tan turquesa que quitaban el aliento.
Un bosque de pinos y una playa con un espejo de agua color esmeralda.
Todo, todo hermoso…Los días larguísimos y calor suficiente como animarse a adentrarse a las aguas frías de los lagos. El correntoso no es taaan frío, pero hay sitios para descubrir día a día. Caminos a través de bosques, senderos finitos, barrancos altísimos. Es toda una aventura. Me encuentro sentada en una playa al fondo de Bahía Manzano. Berta juega con Lola y Ana está durmiendo en el auto. De repente veo que el lago da la vuelta pero hay una pequeña caleta por donde un sendero finito te lleva a una playita. Berta fue nuestra guía y Lola se animó a trepar por las plantas y raíces de algunos árboles para llegar a este lugar que por unos momentos es solamente nuestro.
Extraño mucho Villa La Angostura. De hecho, hay veces que me pongo a soñar despierta en como sería vivir en ese lugar.
Y cuando uno lo compara con Buenos Aires, en fin…Será para otro post dedicado a la ciudad. Mientras tanto, las fotos…fotos…fotos.
Desde la salida de la ciudad, entrando a la ruta, pasando por zona de campos y sembrados, luego por la famosa “Conquista del Desierto” – ruta 20, en la que todo el mundo te advierte que tengas cuidado porque son 200 kilómetros en casi línea recta y lo único que se ve de cada lado es desértico porque no se ven casas, ni postes de luz a lo largo del camino, sin embargo no llega a ser desierto desierto porque se han tomado previsiones para evitar los miles de accidentes que en algún momento causó el paso por esta ruta. La señalización es incesante: “Ante la fatiga de la ruta…DESCANSE” y unos kilómetros más adelante se lee: “NO DURMIO, CHOCO Y VOLCO” y en cuanto uno termina de leer, se puede observar el esqueleto de un auto colgado de dos postes todo oxidado y con algún otro signo de unas cuantas balas perdidas en el desierto…
En mi caso estoy completamente convencida de que tanto Ana como yo, nos mantuvimos atentas durante esos 200 km. tan sólo debido al cagaso de agarrar dicha ruta, por primera vez.
Lo curioso de toda esta paranoia del desierto no termina ahí. Y esto es algo que a mí también me gustaría advertir al viajero que lea estas líneas y en algún momento de su vida, se dirija hacia la patagonia argentina. En cuanto uno termina de recorrer la ruta 20, se estará adentrando a la provincia de Neuquén en donde fuera de sitios como Neuquén, capital de provincia, Villa El Chocón, Piedra del Aguila, y alguna que otra pequeña ciudad, la ruta es también un desierto, pero de esos desiertos en serio! Parece por momentos, el de las rocallosas, por donde iban “El Coyote y El Correcaminos” De costado, uno ve cursos de arroyos completamente secos. Es entonces cuando uno se hace la novela y empieza a pensar si lleva dentro del auto agua mineral y cuantas botellas…Mientras que en la ruta 20 hay cada tanto, un puesto de sombra y agua disponible. No hay señal en el celular, no hay una estación de servicio en kilómetros, ni una señal de alguna casa cercana y en la ruta 20 hay cada tantos kilómetros un puesto telefónico SOS.
Así que cuidado con el desierto neuquino, específicamente la ruta 237, porque este, es mucho más desierto que el pampeano.
Neuquén es muy linda, pero tiene 4 o 5 hoteles y no había lugar en ninguno. Es agobiante, llegar a una ciudad desconocida a las 10 de la noche, luego de haber manejado 1145 kilómetros y no saber como ubicarse. La próxima vez, más planificación para las pausas en viajes. O bien se reserva hotel desde el punto de origen, o la mejor opción y la más barata: Llevarse una carpa.
El segundo día de viaje, uno sabe que queda muy poco y el escenario se convierte en algo mucho más agradable a la vista.
Comienzan Los Lagos, las montañas, y el último tramo son los llamados “caracoles” La ruta que bordea las montañas en donde las curvas y contra-curvas son constantes. Aquí también debo mencionar que haría falta algún tipo de señal que sugiera al conductor: “Este conductor quiso deleitarse con el paisaje, no detuvo su auto y desbarrancó” porque es todo tan bello, que habría que hacer parte del camino a pie! Pero es imposible. De todas maneras es cierto, si uno es muy colgado y le gustan los paisajes lindos, no tratar de mirarlo detenidamente mientras maneja, porque es super peligroso aunque en muchos momentos, inevitable. Los micros de dos pisos irrumpen tras las curvas a alta velocidad y uno llega a sentir un poquito de miedo. El Río Limay de color verde esmeralda es larguísimo!
Hasta el encuentro final con el lago Nahuel Huapí y la emoción de finalmente, haber logrado llegar destino después de tantos kilómetros!
Bello, bello, bello es solamente lo que uno puede sentir, decir y pensar. Es la naturaleza en todo su esplendor. El tamaño de las montañas o también sus picos, algunos tan gastados por el viento que parecen uñitas filosas…
Cabaña en el medio del bosque, muy cerca de Bahía Manzano. Playitas escondidas entre la montaña con aguas transparentes y de color tan turquesa que quitaban el aliento.
Un bosque de pinos y una playa con un espejo de agua color esmeralda.
Todo, todo hermoso…Los días larguísimos y calor suficiente como animarse a adentrarse a las aguas frías de los lagos. El correntoso no es taaan frío, pero hay sitios para descubrir día a día. Caminos a través de bosques, senderos finitos, barrancos altísimos. Es toda una aventura. Me encuentro sentada en una playa al fondo de Bahía Manzano. Berta juega con Lola y Ana está durmiendo en el auto. De repente veo que el lago da la vuelta pero hay una pequeña caleta por donde un sendero finito te lleva a una playita. Berta fue nuestra guía y Lola se animó a trepar por las plantas y raíces de algunos árboles para llegar a este lugar que por unos momentos es solamente nuestro.
Extraño mucho Villa La Angostura. De hecho, hay veces que me pongo a soñar despierta en como sería vivir en ese lugar.
Y cuando uno lo compara con Buenos Aires, en fin…Será para otro post dedicado a la ciudad. Mientras tanto, las fotos…fotos…fotos.
Villa La Angostura 08 |
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